En la misería...
hasta la muerte, es más negra;
es más fría, es más muerte.
Se nota más la amargura,
y la huella de la vida
en la cara de la gente.
La poca luz, que reparten
las velas y lamparillas,
dan un aspecto siniestro,
a los pocos asistentes
y miembros de la familia.
¡Parecen caras de pesadilla!
No hay flores, ni tarjetas,
ni saludos efusivos;
ni firmas...
ni risas impertinentes.
El único calor que hay,
es el de las lágrimas,
¡qué queman...!
al caer por las mejillas.
Sólo hay olor a muerte:
negra... y fría.
Que se siente como en casa,
en este tétrico ambiente.
La noche es triste y oscura.
¡Qué poco alumbran las velas
en las casas de la gente,
que sólo tienen penas...
y amargura!
No hay luz. No hay día.
¡Soledad...!
¡Fría y oscura muerte!
Se llora más al difunto,
que nos deja en este mundo,
a solas con nuestros días.
¡Más miseria!
A más dolor y amargura,
tendremos que tocar
los que quedamos en vida.
¡Más hambre, habrá que pasar!
La noche; espesa, oscura:
es una lápida fría,
que hasta el final llevamos,
los que en esta vida estamos, sin luz;
solos, con nuestras desdichas.
¡Muerte! ¡Muerte!
¡Qué alegría me da verte!
miércoles, 6 de febrero de 2008
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